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martes, 19 de febrero de 2013



SALTO DE PIÑATA EN EL ANCÓN (16/02/2013)
 
Después de que don Carnal, considerado en alguna alegoría como un hombre mundano y amante de los placeres, fuese retado por doña Cuaresma,  así fue el Saltador retado por el Risco en un Sábado de Piñata. Un día en el que cada uno sigue su son sin quedarse atrás los saltadores y las saltadoras que como todos los sábados acuden a la llamada del risco, quisieron danzar con la lanza, su pareja, a cada paso, a cada brinco.
Mientras al fondo se oía el ritmo carnavalero del Puerto de la Cruz, comenzamos la danza subiendo por un lado del risco hacia Vista Paraíso. Llegando a su punto más alto, cruzamos al otro lado del risco para su descenso hacia las huertas del Ancón  a través de un camino por el que los saltadores y las saltadoras bastoneamos  a la derecha, a la izquierda, hicimos pasos de lado “hasta el regatón” y dimos algún pequeño brinco.
Llegamos a las huertas, parte del escenario donde continuamos danzando. Los muros nos invitaron a hacer un lado a lado así que como si de un salto de banda se tratara pusimos ambos pies por un lado de la lanza y pegando el cuerpo a ella brincamos de un muro a otro. Este escenario dio mucho juego y también nuestro apoyo, la lanza. Nos pusimos a probar otras de nuestras habilidades  desplazando nuestro cuerpo hacia delante, paralelos al suelo  y  perpendicularmente a la pared mientras sujetábamos la lanza que estaba apoyada en el suelo y sin dejar de mantener los pies en la pared, luego despegamos los pies de la misma haciendo un pequeño brinco a pies juntos.
Habíamos descendido el risco pero el ritmo de los saltadores y las saltadoras iba en crescendo y es que al son de “Amapola, lindísima Amapola…”  y con letra “Peligrosa, lindísima Peligrosa…” una melodía nos llevó hasta ella, hasta la Peligrosa en las huertas del Ancón a la que otros llamaron Sabrosa, Envidiosa…la más certera sería PRECIOSA. Aquí se dieron los últimos pasos de nuestro particular baile de piñata, hubo quienes danzaron con pequeños brincos y otro quienes se atrevieron a danzar el regatón muerto sumergidos en el silencio del Ancón.

Cati


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