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martes, 18 de marzo de 2014

De salto por Tegueste

Invitada por la escuela de salto del pastor Tagoror Chiregua, me animé, a pesar de mi poca experiencia, a salir por segunda vez con la lanza.
La ruta dio comienzo en el camino de los Laureles, Tegueste. Un camino con historia por su importancia estratégica, ya que fue utilizada como vía principal hasta mediados del siglo XIX; también por su contenido de especies vegetales de Monteverde. Enrique por el paseo nos entretuvo con explicaciones sobre las características de las plantas, diciéndonos pequeños trucos para distinguir los sanguinos, los mocanes, barbusanos y palo blancos. 
 El trayecto finalizó en la Placeta, una plaza que en la antigüedad fue punto de encuentro de los vecinos, pues en ella se encontraba la fuente de agua de la que se abastecían. Tras la Placeta nos encaminamos hacia la plaza La Arañita, en su alrededor se conservan las antiguas casas, producto del primer asentamiento poblacional de Tegueste. 

Allí se juntaban “las lecheras” para recoger la leche que se traía en los burros desde las inmediaciones en las que al parecer eran criadas muchas vacas.

Seguimos de frente por  el camino del Naciente, hasta encontrar una subida pronunciada a mano derecha con el nombre de El Sardán. Al final de este, comienza el sendero hasta la cima de la Degollada. Por el camino vimos algunos bosquetes de alcornoques o belloteros.

Continuamos por el que nos lleva hasta La Orilla o Monte de los Pinos, que se encuentra en estado de reforestación. Una vez allí nos desviamos hacia el Lomo la  Rosa, intentando evitar las abejas que aunque estaban en su quehacer nos acecharon intentando clavar sus aguijones, y unos cuantos vimos sus intentos realidad, menos mal que solo nos rozaron.
   Luego comenzamos el descenso, acompañados por unas espléndidas vistas y unos suaves alisiosunos suaves alisios.  Algunos hacían saltos arriesgados en las propias aristas del riscos, otras fuimos más prudentes y bastoneamos a veces a duras penas, otras con más soltura.                                
  Luego comenzamos el descenso, acompañados por unas espléndidas vistas y unos suaves alisios.  Algunos hacían saltos arriesgados en las propias aristas del riscos, otras fuimos más prudentes y bastoneamos a veces a duras penas, otras con más soltura.


           
En el lugar de llegada, Bajamar, disfrutamos de un baño en las piscinas naturales y una cervecita bien fresquita.
En cuanto a mi experiencia, he de decir que he pasado un gratificante domingo disfrutando del paisaje y su  biodiversidad. 



Esto y la buena compañía me empujan a seguir practicando esta actividad. ¡MUCHAS GRACIAS!
María López.

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