SABADO 17 DE N ENERO, POR LAS
LADERAS DEL ANCÓN
Como bien se refleja en el
título que precede, sábado 17 de enero, día en el que me tocó hacer la crónica
para los seguidores del blog del Tagoror Chiregua. Qué responsabilidad la que
he metido en mi mochila -parece que ahora pesa un poquito más-, y sin ni
siquiera empezar a realizar el calentamiento que nos preparase a la ruta del
Ancón, que según decían los entendidos que esos lugares ya habían transitado,
requiere de mucha maña para acometerla sin riesgos innecesarios.
Enrique parece que no teme a que “los
nuevos”, no por edad y sí por inexperiencia, descendamos por unas laderas de
cautivadoras vistas que merecen unas paradas para realizar fotografías mentales,
que quedarán guardadas en nuestra retina con el mismo entusiasmo con el que se
reciben presentes el día de Reyes. Su
rostro parece demostrar lo dicho, y si no, disimula bien.
Petri, sí. Como experimentada
educadora, piensa que la asimilación del movimiento, llamados por otros patrón
motriz de la actividad física, no está adquirido. Nuestras experiencias
anteriores son escasas y quizás no estemos aún preparados para afrontar esta
ruta.
Si les soy sincero, no sé qué
razones habrán puesto en la balanza para decantarse por el Ancón, pero ella
salió, y yo, agradecido. El disfrute de esta tarde de sábado recompensa el
trabajo y quebraderos de cabeza de la semana.
Los compañeros que pertenecen al Tagoror
desde años anteriores toman la cabeza del grupo, y con su demostrada habilidad
sortean los escollos que pone el camino, y será que uno estaba más pendiente al
suelo que a otra cosa, que nada más comenzar les pierdo de vista. Pero sin
preocupaciones, nada que un buen silbido
no pueda arreglar. Me sorprende la verticalidad de la ladera, y por ende, que
si me metiese un lomazo, dónde carajo iría a parar. Pero bueno, debe ser que
algún mecanismo de defensa poseemos los saltadores -y aquí me arrayo un millo-
que aparca de inmediato el temor y lo suplanta por la ilusión de disfrutar de
lugares que si no fuera por la ayuda de la lanza serían imposibles de transitar. Y gracias a eso,
pues algunos pasos hay que hacerlos con pie firme y con los ojos bien abiertos
para no caer, aunque tengo que confesar, que mis posaderas tocaron tierra en
una ocasión, pero entre que ya por naturaleza vienen bien acolchadas y que
rápido de mente echo la culpa al barro adherido a mis botas, a levantarse,
cabeza bien alta, y a seguir... cómo todo en la vida amigo Dani.
Por cierto, Petri no me vió, estaba
custodiando a Marta en la primera mitad trayecto, la consanguinidad hace
aumentar su responsabilidad. En la segunda mitad, todo a ojo de buen cubero,
claro está, le tocó vigilar las torpezas de uno. Y ha de ser cosa de los años,
cada vez cuesta más corregir los errores cometidos. Pega la lanza Raúl, levanta
la pierna izquierda Raúl, flexiona al caer Raúl, cuidadito con las cuerdas de
la mochila Raúl, frena con las piernas que te revientas los brazos Raúl... pero
debe ser que estoy, como dicen los más jóvenes que yo, flipando, o quizás, que
estoy inventando un estilo propio. Pero bueno, todo se andará.
Salto a salto y bastoneo a
bastoneo, llegamos al final del descenso, y allí frente a unas huertas de viñas
malvasía y que se han plantando recientemente practicamos los saltos en varias
ocasiones, hasta que la luz nos lo permitió. Ah! Antes de que se me olvide,
felicidades por los que apuestan por la agricultura, cuándo esas huertas
produzcan fruto han de ofrecer una maravillosa imagen. Unos más arriba, otros
más abajo, disfrutamos de saltos, corregimos fallos y, por la parte que me
toca, admiré a los que ya saltan a regatón muerto, ojalá algún día lo haga tan
bien como ellos.
De regreso a la sede cayó la noche y la caja
del gofio se abrió. Excusa perfecta para echarse la previa en el Restaurante
San Diego, y luego, remate en La Perdoma. El buen vino del guachinche la Era
del Marqués pareció calentarnos el pelete que hacía -ni frío podía llamarse
aquello-, cuando salí del local la temperatura había subido un par de grados.
El buen comer y la grata compañía producen estos efectos beneficiosos al
cuerpo. Y así concluye la jornada, con la charla de regreso de un realejero y un ramblero con los papeles cambiados... El del
realejo con casa en San Juan de la Rambla y el ramblero con casa en Los
Realejos, las vueltas que da la vida.
( Raúl)
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