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martes, 8 de marzo de 2016

Igueste de Candelaria

Los profes se lo pensaron y se atrevieron a ponerme a prueba una vez más...
  El despertador sonó a las 7:30h y pensé…, pero ¿a quién se le ocurre levantarse a estas horas para hacer salto del pastor después de 3 meses sin tocar una lanza? No lo pensé más y me puse en marcha. Al principio no estaba nada confiada subiendo por el risco lanza en mano, me sobraba y no éramos buenas compañeras, y poco a poco y con paciencia empezamos a entendernos. El día era ventoso y con nubes amenazando lluvia a cada paso. Ascendimos hasta una cueva en la que se encontraba un grabado de los guanches que representaba un barco.

 La verdad es que cuesta creer que eso era un barco… Continuamos cuesta arriba intentando encontrar el camino y cogimos un canal de agua, tajea, para alcanzar el camino por el que enlazaríamos con el descenso. También encontramos una preciosa estación de cazoletas y canalillos y pudimos ver como el agua se deslizaba por ellos. Estas caminatas están llenas de sorpresas y de aprendizaje de la vida de los antepasados de esta isla. Y eso es lo que me hizo recordar uno de los motivos por los que merece tanto la pena el madrugón y el aliarse con la lanza.                                                                                                      

Tocó comenzar el descenso y aquí es cuando empezó la verdadera prueba. Custodiada por ambos profes, Javi y Juan, me dispuse a bajar tratando de respetar la técnica de bastoneo y brincos. Lo primero se me dio mejor hasta que en un punto, tuvimos que ayudarnos para hacer el salto. Ahí me lancé como pude y conseguí llegar al suelo. Desde luego me salté todas las normas y le pegué un pisotón al pobre Álex que ahí estaba para ayudarme. Superado el peor paso lo demás estaba chupado, pero ya estaba cansada y mi hombro se resentía fruto de frenar más con la mano que con el cuerpo (mi gran asignatura pendiente).                      Llegamos a nuestro destino final antes de lo esperado, y con las quejas de algunos por haber sabido a poco la caminata, nos tomamos el preciado bocadillo y la cerveza de rigor para recuperar el aliento y las sonrisas.                                                                                                             Y como se suele decir, todo tiene un lado bueno, y al ser temprano nos fuimos a dar un chapuzón al puertito de Güimar que nos sentó fenomenal.                                                           
 Fue un gran reencuentro con la lanza y con la naturaleza de Tenerife. Gracias a los compañeros de azaña: Álex, Marta, Mirko, Tomás, José, Javi y Juan, porque resultó un día genial. Volveremos a encontrarnos! 
May

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